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Un viejo que leía novelas de amor

Novela que narra la historia de Antonio José Bolívar Proaño, quien vive en El Idilio, un pueblo remoto en la región amazónica del Ecuador donde viven los indígenas Shuar; con ellos aprendió a convivir y conocer la Selva respetando las leyes de esta y los animales, así como también a cazar, en particular a una tigrilla, la cual estaba causando problemas en el pueblo.

Novela literaria escrita por el periodista y cineasta chileno, autor de cuentos y novelas Luis Sepúlveda. Fue escrita en el año 1988. El éxito de este libro fue tan rotundo que se tradujo a 60 idiomas y alcanzó los 18 millones de libros vendidos después de su publicación. Narra la historia de Antonio José Bolívar Proaño quien vive en El Idilio, un pueblo remoto en la región amazónica del Ecuador donde viven los indígenas Shuar; con ellos aprendió a convivir y conocer la Selva respetando las leyes de esta y los animales, así como también a cazar, en particular a una tigrilla, la cual estaba causando problemas en el pueblo. Su deseo por leer se le presenta cuando el dentista Rubicundo le proporciona novelas de amor, y producto de ello en sus noches solitarias se dedicaba a leer con intensidad.

"¡Quieto, carajo! ¡Quita las manos! Ya sé que duele. ¿Y de quién es la culpa? ¿A ver? ¿Mía? ¡Del gobierno! Métetelo bien en la mollera. El gobierno tiene la culpa de que tengas los dientes podridos. El gobierno es culpable de que te duela."
"El sillón portátil del doctor Rubicundo Loachamín era toda una institución para los habitantes de las riberas de los ríos Zamora, Yacuambi y Nangaritza."
"Quiso cobrar derecho de usufructo a los recolectores de leña que juntaban madera húmeda en una selva más antigua que todos los Estados, y en un arresto de celo cívico mandó construir una choza de cañas para encerrar a los borrachos que se negaban a pagar las multas por alteración del orden público."
"Lo mató una hembra. El macho debe de andar por ahí, acaso herido. La hembra lo mató y enseguida lo meó para marcarlo, para que las otras bestias no se lo comieran mientras ella iba en busca del macho."
"Ya sintió y conoció el sabor de la sangre humana, y para el pequeño cerebro del bicho todos los hombres somos los asesinos de su camada, todos tenemos el mismo olor para ella."
"Cuando un pasaje le agradaba especialmente lo repetía muchas veces, todas las que estimara necesarias para descubrir cuán hermoso podía ser también el lenguaje humano."
"Entonces, todos continuarían bebiendo tirados en el piso de la iglesia, hasta que el aguardiente de caña, el 'puro' salido generoso de los trapiches ocasionara una confusión de cuerpos al amparo de la oscuridad."
"De ellos aprendieron a cazar, a pescar, a levantar chozas estables y resistentes a los vendavales, a reconocer los frutos comestibles y los venenosos, y, sobre todo, de ellos aprendieron el arte de convivir en la selva."
"Y en su impotencia descubrió que no conocía tan bien la selva como para poder odiarla."
"---No hay monos en la sierra. Tampoco saínos. No cazan las gentes de la sierra.
---¿Y qué comen, entonces?
---Lo que se puede. Papas, maíz. A veces un puerco o una gallina, para las fiestas. O un cuy en los días de mercado.
---¿Y qué hacen, si no cazan?
---Trabajar. Desde que sale el sol hasta que se oculta.
---¡Qué tontos!, ¡qué tontos! ---sentenciaban los shuar."
"Y, sobre todo, aumentaba la peste de los buscadores de oro, individuos sin escrúpulos venidos desde todos los confines sin otro norte que una riqueza rápida."
"Antonio José Bolívar se ocupaba de mantenerlos a raya, en tanto los colonos destrozaban la selva construyendo la obra maestra del hombre civilizado: el desierto."
"Los textos de historia le parecieron un corolario de mentiras: ¿Cómo era posible que esos señoritos pálidos, con guantes hasta los codos y apretados calzones de funámbulo, fueran capaces de ganar batallas? Bastaba verlos con los bucles bien cuidados, mecidos por el viento, para darse cuenta de que aquellos tipos no eran capaces de matar una mosca."
"Libros que esperaban insinuantes y horizontales sobre la alta mesa, ajenos al vistazo desordenado a un pasado sobre el que Antonio José Bolívar Proaño prefería no pensar, dejando los pozos de la memoria abiertos para llenarlos con las dichas y los tormentos de amores más prolongados que el tiempo."
"El esqueleto del norteamericano recibía la última atención de las hormigas. Trasladaban su cabellera pajiza de pelo en pelo, como diminutas leñadoras de árboles cobrizos, para fortalecer con ellos el cono de entrada del hormiguero."
"Había desayunado temprano y sabía de los inconvenientes de cazar con el cuerpo pesado. El cazador ha de ir siempre un poco hambriento, pues el hambre agudiza los sentidos."
"Menos mal que alcanzó a pegarse la cagada -dijo el hombre- , y dejaron el cadáver boca abajo, para que la lluvia implacable lavase los vestigios de su último acto en este mundo."
"Tal vez los miraba en esos momentos, y recién empezaba a preguntarse por qué ninguna de las víctimas le molestaba. Posiblemente su vida pasada entre los shuar le permitía ver un acto de justicia en esas muertes. Un cruento, pero ineludible, ojo por ojo."
"Recuerda que no eres un cazador, porque tú mismo has rechazado siempre ese calificativo, y los felinos siguen al verdadero cazador, al olor a miedo y a verga parada que los cazadores auténticos emanan."
"El viejo la acarició, ignorando el dolor del pie herido, y lloró avergonzado, sintiéndose indigno, envilecido, en ningún caso vencedor de esa batalla."

La mayoría de nosotros duraríamos tres días contados en la Selva. De la misma manera que tiene todo lo necesario para la vida, también puede matarte de cientos de formas distintas. El conocimiento que albergan y traspasan de generación en generación las tribus indias permanece hoy inalterable, junto a la propia naturaleza. ¡Cuanto debemos aprender de ellos!

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