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Meditaciones

Obra literaria del emperador romano Marco Aurelio constituida por una serie de reflexiones de este filósofo, escrita originalmente en griego entre los años 170 y 180.

‘Las Meditaciones’, del emperador romano Marco Aurelio es una obra literaria constituida por una serie de reflexiones de este filósofo, aparentemente fuera del tiempo y sin cronología. Fue originalmente redactada en griego entre los años 170 y 180. La obra, en doce tomos, es única en su género, y parece recorrer los últimos años de la vida interior de este emperador.

«Se le podría con razón aplicar lo que se cuenta de Sócrates: que sabía abstenerse y disfrutar de aquellos bienes, cuya carencia hace infelices a los más de los hombres, mientras se entregan a su goce sin templanza. Su fuerza, en fin, y su resistencia, y el equilibrio en uno y otro caso, son propios de un hombre que posee un espíritu bien templado, invicto, como lo probara en la enfermedad que le llevó al sepulcro.»

«Haberme supeditado a un príncipe, mi padre, que debía destruir en mí toda vanidad y hacerme comprender que se puede vivir en la corte sin tener necesidad de una guardia personal, de vestidos lujosos, de lámparas, de estatuas y otras cosas parejas y de tal pompa; y que, por el contrario, cabe muy bien ceñirse casi a la condición de un simple particular, sin proceder por ello indigna o negligentemente con relación a los deberes que impone la soberanía del Estado.»

«No puedo tampoco enojarme contra mi pariente ni aborrecerle, que hemos sido creados para ayudarnos mutuamente, como lo hacen los pies, las manos, los párpados, los dos órdenes de dientes, el superior y el inferior.»

«Conviene, pues, que ahora por fin comprendas de qué universo eres parte y de qué soberano del mundo eres emanación, y que tu vida está circunscrita en un tiempo acotado. Si no aprovechares de este momento para serenar tus apetitos, pasará, y tú pasarás con él, y no volverá otra vez.»

«Que desvarían los que, a causa de tantos quehaceres, se hastían de la vida y no tienen blanco alguno al que dirijan todos sus esfuerzos y, en una palabra, sus ideas.»

«Te privas ciertamente de cumplir tu deber al revolver en tu imaginación lo que hace fulano y por qué lo hace, qué dice, qué piensa, qué trama, y otras ocupaciones de esta índole que te distraen de la consideración de tu facultad rectora.»

«Tiene él también presente que todos los seres razonables participan de un común parentesco, que es conforme a la naturaleza humana el preocuparse por todos los hombres, pero de modo que no se acoja uno al aplauso del vulgo, sino únicamente al de aquellos que viven de acuerdo con las leyes de la naturaleza.»

«Y acuérdate que cada uno no vive más que el presente, indeciblemente pequeño. El resto de la vida, o ya se acabó de vivir, o es incierto. Brevísimo es, pues, el instante que cada uno vive, brevísimo el espacio donde habita, brevísima la fama de la posteridad.»

«Tenemos cuerpo, alma, inteligencia. Del cuerpo son las sensaciones; del alma, los instintos; de la inteligencia, los principios.»

«En ningún lugar encuentra el hombre refugio más apacible, más tranquilo, que en su propia alma, sobre todo cuando atesora aquellos bienes que, con una sola ojeada, nos devuelven en seguida la libertad del espíritu: y lo que yo llamo libertad de espíritu no es otra cosa que el estado de un alma bien ordenada.»

«¡De cuántas cosas has presenciado ya tú mismo las transformaciones! Piénsalo constantemente. ‘El mundo es una mutación continua: la vida, una imaginación’.»

«Es preciso que el mundo sea, o bien un sistema minuciosamente ordenado, o una masa que se ha amontonado sin orden. ¿Podrá darse que subsista en ti un cierto orden, y reine el desorden en este todo del universo? ¡Y esto cuando todo está bien combinado, bien compenetrado y coherente!»

«Abandónate de todo corazón a ‘Cloto’; déjala tejerte la vida con los acontecimientos que le placen.»

«El tiempo es como un río o un raudo torrente, que arrastra los acontecimientos. Apenas una cosa salta a la vista, es arrastrada; aparece otra a su vez, y es arrastrada con igual prontitud.»

«¿No ves cómo las plantas, los pájaros, las hormigas, las arañas, las abejas, tienen cada cual su tarea propia y contribuyen, a su vez, al buen orden del mundo? Entonces tú, ¿No querrás hacer lo que incumbe al hombre?»

«¿Te irritas acaso contra el que hiede a sobaquina? ¿Te irritas contra el que despide mal aliento? ¿Y qué quieres que haga? El uno tiene así la boca; el otro, de tal suerte los sobacos; es inevitable que, siendo así, se desprendan tales exhalaciones.»

«Todos cooperamos al cumplimiento de un mismo fin; los unos a sabiendas, inteligentemente; los otros sin entenderlo. Tal es, si no me engaño, el sentido con que incluso a los que duermen llama Heráclito obreros y colaboradores de lo que se está haciendo en el mundo.»

«Acostúmbrate a prestar la máxima atención a lo que dice el otro y, en cuanto te sea posible, intérnate en el alma del que habla contigo.»

«La naturaleza, que todo lo gobierna, va a transformar muy en breve todo cuanto ves; de su substancia hará nacer otras cosas, y de la substancia de éstas, otras, para que el mundo vaya siempre rejuveneciéndose.»

«Y lo nacido de tierra
vuelve a la tierra; lo que surge
de un germen del éter
torna a la bóveda celeste»

«El arte de bien vivir se asemeja más a la palestra que a la orquesta, por cuanto es preciso estar uno sobre aviso, inconmovible, contra los accidentes súbitos e imprevistos.»

«Entiende que los hombres cometerán siempre, aunque te exaspere, los mismos errores.»

«Acuérdate que también es acto de libertad el mudar de parecer, según el aviso de quien te encamina; porque es tuya esta actividad, y procede conforme a tu voluntad y tú resolución, y, por ello, según tu propia inteligencia.»

«De un modo se dirige la flecha, de otro la mente. En realidad, cuando la mente se previene y se concentra en su reflexión, vuela en línea recta, no menos que la flecha, hacia el blanco propuesto.»

«No obstante, si bien de ningún modo conviene irritarse contra los hombres, sino mirarlos con benevolencia y llevarlos con dulzura, acuérdate que muriendo te librarás de unos hombres que no concuerdan con tus principios.

«¡Ven cuanto antes, oh muerte, no sea que al fin también yo llegue a olvidarme de mí mismo!»

«Todo lo que te aconteciere, esto mismo estaba dispuesto desde la eternidad; y la concatenación íntima de las causas enlazaba ya desde el principio tu existencia con aquel acontecimiento.»

«Recuerda la fábula de los dos ratones, el uno montaraz, y el otro doméstico; y observa el temor y la huida de éste.»

«Los ‘lacedemonios’ solían en sus espectáculos colocar bancos a la sombra para los forasteros; ellos, en cambio, se sentaban dondequiera.»

«La uva verde, la madura, la pasa, todas son mutaciones, no para no ser, sino para ser lo que no se era.»

La obra por antonomasia cuando hablamos sobre la filosofía estoica, de la mano de uno de los emperadores más inteligentes de la Antigua Roma. ¡Todo un honor y privilegio poder leer sus meditaciones después de tantos años! Perfecto para leer y releer. Un libro que siempre hay que tener cerca, pues su contenido puede ser muy útil para nuestra vida cotidiana.

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