‘La llamada de lo salvaje’ es una novela corta del escritor estadounidense Jack London. La historia trata de un perro llamado Buck, cuyos instintos primitivos vuelven tras una serie de sucesos que le ocurren cuando lo ponen a tirar de un trineo en el Yukón durante la fiebre del oro que tuvo lugar en el siglo XIX en Klondike, durante la cual los perros de tiro se compraban a precios elevados.
Publicado en 1903, es el libro más leído de Jack London y se le considera normalmente la obra maestra de su «período de juventud».
«Antiguas añoranzas de vida nómada, luchando contra las cadenas de la costumbre; de nuevo de la ensoñadora bruma despierta el indómito nervio.»
«Porque los hombres, sondando en la oscuridad del Ártico, habían encontrado un metal amarillo, y porque las compañías navieras y de transportes estaban explotando el hallazgo, miles de hombres se dirigían hacia el Norte. Estos hombres querían perros, y los perros que querían eran perros grandes, con músculos fuertes que les permitieran trabajar duro y gruesa piel que los protegiera del frío.»
«Pero no había llegado a convertirse en un malcriado perro doméstico. La caza y otros placeres de la vida al aire libre le habían mantenido delgado y habían endurecido sus músculos; para él, como para todas las personas aficionadas a las duchas frías, el amor al agua había sido el tónico que había preservado su salud.»
«Entonces la cuerda se tensó sin piedad, mientras Buck luchaba furiosamente, su lengua colgaba fuera de la boca y su enorme pecho resollaba fútilmente. Nunca jamás a lo largo de su vida había sido tratado tan violentamente, y nunca jamás a lo largo de su vida había estado tan enfadado.»
«Le habían vencido, no podía negarlo; pero no le habían roto. Entendió para siempre que no tenía ninguna oportunidad contra el hombre de la porra. Había aprendido la lección, y nunca la olvidaría durante el resto de su vida. Esa porra había sido una revelación. Fue su introducción al reino de las leyes primitivas, y aceptó la introducción a su pesar.»
«Para remediarlo, empezó a comer tan rápido como ellos; y de tal manera le apretaba el hambre que tampoco podía evitar morder lo que no era suyo. Miraba y aprendía.»
«Marcó, además, la decadencia o desmoronamiento de su naturaleza moral, una frivolidad y estorbo en la despiadada lucha por la vida. En el cálido sur, bajo la ley del amor y el compañerismo, tenía sentido respetar la propiedad privada y los sentimientos del otro; pero en las tierras del norte, bajo la ley de la porra y el colmillo, aquel que tomaba tales cosas en consideración era un estúpido, y en la medida en que las observara fracasaría en la tarea de sobrevivir.»
«Y cuando, en las noches todavía frías, apuntaba su nariz hacia la luna aullaba largo y tendido como los lobos, eran sus ancestros, muertos y enterrados, apuntando sus narices hacia la luna y aullando a través de los siglos y de él.»
«Era predominantemente astuto, y podía esperar su oportunidad con una paciencia que no era otra cosa que instintiva.»
«Esta canción de los huskies bien podría haber sido un desafío a la vida, solo que se alzaba en un tono menor, con lamentos sostenidos y sollozos a media voz, y era más una súplica a la vida, el articulado dolor de la existencia.»
«Existe un éxtasis que señala la cumbre de la vida, que la vida no puede sobrepasar. Y tal es la paradoja de vivir, este éxtasis se produce cuando uno está más vivo, y se produce cuando uno se olvida completamente de que está vivo.»
«Estaba dominado por el puro impulso de vivir, arrastrado por la ola del ser, el placer perfecto de sentir cada músculo, articulación y tendón llenos de vida, fulminantes y desenfrenados, expresándose en movimiento, volando exultantemente bajo las estrellas y sobre la faz de la materia muerta e inmóvil.»
«Mucho más poderosa era la memoria de sus antepasados que daba a las cosas que todavía no había visto una pátina de familiaridad; los instintos (que no eran otra cosa que la memoria de sus ancestros convertidos en hábitos) que se habían atrofiado en las últimas generaciones despertaban y volvían a la vida en él.»
«A consecuencia de su gran amor, no podía robar a este hombre, pero a cualquier otro hombre, en cualquier otro campamento, no hubiera dudado un instante; en la medida en que la astucia con la que robaba le permitía escapar impune.»
«Cada movimiento anunciaba una mezcla de amenaza y amistad. Era la tregua peligrosa que define el encuentro de bestias salvajes y depredadoras.»
«La sed de sangre se hizo más fuerte que nunca antes. Era un depredador, alguien que mataba, vivía de las cosas que vivían, sin ayuda, solitario, gracias a su propia fuerza y habilidad, sobreviviendo triunfalmente en un medio hostil donde solo el fuerte sobrevive.»
«Hay una paciencia de lo salvaje – obstinada, incansable, persistente como la vida misma- que mantiene inmóvil durante infinitas horas a la araña en su red, a la serpiente enrollada, a la pantera en su emboscada; esta paciencia es peculiar de la vida depredadora.»
«Era mucho más difícil matar a un Husky que a ellos. No suponían ningún desafío en absoluto, si no fuera por sus flechas y picas y porras. De ahí en adelante no sentiría más miedo de ellos excepto cuando blandieran en sus manos sus flechas, picas y porras.»
Al ir pasando las páginas de esta libro, poco a poco, irás sintiendo tú también al igual que Buck, la llamada de lo salvaje. Si tu lado animal todavía permanece adormecido, despertará con todas sus fuerzas. Recordemos que, el diamante, es tal por soportar temperaturas y presiones extremas.
