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Desobediencia civil

Conferencia escrita por Henry David Thoreau que se publicó en 1849. En este escrito Thoreau explica los principios básicos de la desobediencia civil que él mismo puso en práctica: en el verano de 1846 se negó a pagar sus impuestos por lo que fue detenido y encerrado en la prisión de Concord.

‘Desobediencia civil’ es el título de una conferencia escrita por Henry David Thoreau que se publicó en 1849. En este escrito Thoreau explica los principios básicos de la desobediencia civil que él mismo puso en práctica: en el verano de 1846 se negó a pagar sus impuestos por lo que fue detenido y encerrado en la prisión de Concord. Él se justificó explicando que se negaba a colaborar con un Estado que mantenía el régimen de esclavitud y emprendía guerras injustificadas, en aquel caso concreto contra México.

«-El mejor gobierno es el que no tiene que gobernar en absoluto.- Y cuando los pueblos estén preparados para ello, ése será el tipo de gobierno que tengan.»

«La ley nunca hizo al hombre un ápice más justo, y a causa del respeto por ella, aún el hombre bien dispuesto se convierte a diario en el agente de la injusticia.»

«Unos pocos, como héroes, patriotas, mártires, reformadores en el gran sentido, y hombres sirven al Estado a conciencia, y en general le oponen resistencia. Casi siempre son tratados como enemigos. El hombre sabio será útil sólo como hombre, y no aceptará ser «arcilla» o «abrir un hueco para escapar del viento», sino que dejará ese oficio a sus cenizas.»

«Si injustamente le he arrebatado una tabla a un hombre que se está ahogando, debo devolvérsela aunque yo me ahogue. Esto, según , no sería conveniente. Pero aquel que salve su vida en tal forma, la perderá.»

«No es tan importante que muchos sean tan buenos como usted, como que haya alguna bondad absoluta en alguna parte, porque ella será la levadura para todo el conjunto.»

«Aún votar por lo correcto no es hacer nada por ello. Es simplemente expresar bien débilmente ante los demás un deseo de que eso (lo correcto) prevalezca.»

«Después del primer sonrojo de pecado se pasa a la indiferencia y de lo inmoral se llega a lo amoral, lo que resulta necesario para esa vida que nos hemos forjado.»

«Si a usted lo engañan así sea en un solo dólar, usted no queda satisfecho con saber que lo engañaron, con decirlo, ni aún con pedir que se le restituya lo que le pertenece; si no que usted se empeña de manera efectiva en recuperar la suma completa y en ver que no se le vuelva a engañar jamás.»

«Porque lo que importa no es qué tan pequeño pueda ser el comienzo: lo que se hace una vez bien, se hace para siempre.»

«Yo vine a este mundo no propiamente a convertirlo en un buen sitio para vivir, sino a vivir en él, ya sea bueno o malo. Una persona no tiene que hacerlo todo, sino algo; y puesto que no puede hacerlo todo, no es necesario que ande haciendo peticiones al gobernador o legislador más de lo que ellos me las tienen que hacer a mí.»

«Bajo un gobierno que encarcela injustamente, el verdadero lugar para un hombre justo está en la cárcel.»

«Si alguien piensa que su influjo se pierde allí, y que su voz ya no llega al oído del Estado, que él mismo no es visto como el enemigo dentro de sus muros, no sabe qué tanto la verdad es más fuerte que el error, ni qué tanto puede elocuente y efectivamente combatir la injusticia quien la ha experimentado en su propia persona.»

«Una minoría es impotente, ni siquiera es una minoría, mientras se amolde a las mayorías.»

«Hay que vivir dentro de sí mismo y depender de uno mismo, siempre arremangado y listo para arrancar, sin tener muchos asuntos pendientes.»

«-Sírvanse enterarse de que yo, Henry Thoreau, no deseo ser considerado miembro de ninguna sociedad a la cual yo mismo no me haya unido-.»

«El Estado, pues, nunca confronta a conciencia la razón de una persona, intelectual o moralmente, sino sólo su cuerpo, sus sentidos. No está equipado con un ingenio superior o una honestidad superior, sino con fuerza superior.»

«Sólo veo que cuando una bellota y una castaña caen juntas, la una no se queda inerte para hacerle campo a la otra, ambas obedecen sus propias leyes y germinan y crecen y florecen lo mejor que pueden, hasta que una, quizás, eclipsa y destruye a la otra.»

«Pero si deliberadamente pongo las manos al fuego, no hay apelación al fuego, ni al Creador del fuego, y sólo yo tengo que culparme por ello.»

«Aquellos que no conocen una fuente más pura de verdad, que no han buscado el manantial más arriba, se apoyan, y lo hacen sabiamente, en la Biblia y en la Constitución, y beben de ellas con reverencia y humanidad; pero aquellos que observan de dónde esa verdad vierte gota a gota a este lago o a aquel estanque se amarran los calzones y siguen su peregrinaje hacia el nacedero.»

«No deseo pelear con ningún hombre o nación. No quiero pararme en pelos, hacer diferencias sutiles, o creerme mejor que los demás. Hasta busco, podría decir, casi una excusa para ajustarme a las leyes de la tierra.»

Ciertas leyes y normas básicas nos permiten convivir en sociedad. Tenemos constancia de ello hasta en el ‘primitivo’ código de Hammurabi. Pero, a veces, el propio sentido común (en una individualidad fuerte y sólida), está muy por encima de la ficción creada por el ser humano. El hecho de que una mentira sea repetida mil veces, no la convierte en verdad. Y que las masas o colectivos promulguen una ideología, una idea… no lo convierte en algo bueno ‘per se’. El tamaño no importa, la calidad si.

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